miércoles, 12 de enero de 2011

CÁDIZ, por Álvaro Mutis


 Monumeno a Celestino Mutis, parque Genovés de Cádiz.



                                      Para Paz y Manolo

Después de tanto tiempo, vastas edades,
siglos, migraciones allí sorprendidas
frente al vocerío de las aguas sin límite
y asentadas en la espera
hasta confundirse con el polvo calcáreo,
hasta no dejar otra huella que sus muertos
vestidos con abigarrados ornamentos
de origen incierto, escarabajos egipcios,
pomos con ungüentos fenicios,
armas de la Hélade, coronas etruscas,
después de todo eso y mucho más
transfigurado en la sustancia misma
que el sol trabaja sin descanso
después de tales cosas, la piedra
ha venido a ser una presencia
de albas porosidades, laberintos minúsculos,
ruinas de minuciosa pequeñez,
de brevedad sin término,
y así las paredes, los patios, las murallas,
los más secretos rincones, el aire mismo
en su librada transparencia también
horadado por el tiempo, la luz y sus criaturas.

Y llego a este lugar y sé que desde siempre
ha sido el centro intocado del que manan
mis sueños, la absorta savia
de mis más secretos territorios,
reinos que recorro, solitario destejedor
de sus misterios, señor de la luz que los devora,
herencia sobre la cual los hombres
no tienen ni la más leve noticia,
ni la menor parcela de dominio.

Y en el patio donde jugaron mis abuelos,
con su pozo modesto y sus altos muros
labrados como madréporas sin edad,
en la casa de la calle de Capuchinos,
me ha sido revelada de nuevo y para siempre
la oculta cifra de ni nombre,
el secreto de mi sangre, la voz de los míos.

Yo nombro ahora este puerto que el sol
y la sal edificaron para ganarle al tiempo
una extensa porción de sus comarcas
y digo Cádiz para poner en regla mi vigilia
para que nada ni nadie intente en vano
desheredarme una vez más de lo que ha sido
“el reino que estaba para mí”.

                                   Álvaro Mutis (Bogotá, 1923), “Cádiz”,  Los emisarios, México, FCE, 1984
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Es una colaboración de Ángeles Prieto Barba

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